LOS DISTINTOS TIPOS DE BIZCOCHOS Y SU
UTILIZACIÓN
La palabra bizcocho proviene del latín bis (dos) y coctus
(cocido) y su significado literal es «cocido dos veces». Según esta etimología,
es un pan sin levadura que se cuece por segunda vez, para que se enjuague y
dure mucho tiempo, y con el que se abastecían las embarcaciones en sus largas
travesías en los siglos XV y XVI. Pronto pasó a significar también una masa
compuesta de la flor de la harina, huevos y azúcar, delicada golosina que hoy
conocemos. También significa objeto de loza o porcelana después de la primera
cochura y antes de recibir el barniz o esmalte.
El bizcocho como alimento de los navegantes es la acepción más
antigua. No solamente era alimento de los marineros sino también de los galeotes,
y así lo expresa Cervantes en boca de un pícaro remero de las galeras: «Otra
vez he estado cuatro años en las galeras y ya sé a qué sabe el bízcocho». Aquel
bizcocho era muy duro, de tal modo que los galeotes veteranos esperaban con
malicia ver a los novatos hincarles el diente sin antes remojarlos. Pero como
no los hacían con harina fina, sino con la harina completa (el salvado), era
como un pan integral.
El bizcocho como dulce es casi contemporáneo, puesto que Lope
de Vega habla de él: «Celia, mira si ha quedado algún bizcocho de los que me
envió el confesor». Estos fueron los llamados bizcochos de soletilla, los que
hoy conocemos y que son tan agradables. Habiendo desaparecido la galleta o
bizcocho de los navegantes, se les llamó de soleta o de soletilla porque tenían
forma de una soleta, que era la pieza de tela con que se remendaba, en los
tiempos de penuria en el vestir, la planta del pie de la media o del calcetín
cuando se rompía; también es un tipo de zapato de Sudamérica. Y se llamaban así
porque tenían en cierta manera la forma de la planta del pie. Estos bizcochos
de soletilla los servían los artesanos sobre papel de barba.
Curiosamente,
en catalán se llama melindro al bizcocho de soletilla, vocablo que procede del
castellano melindre, y que en catalán significó primero delicadeza y golosina
y, finalmente, estos bizcochos que acompañaban el chocolate. Sólo en Ibiza se
les llama bizcochos como en castellano. La palabra melindro ya aparece en
catalán a finales del siglo XVII, y en el siglo XVIII lo define el célebre
barón de Maldá en su dietario.
El bizcocho de hoy es otra cosa: esponjoso, dulce, exquisito,
casi como una espuma de harina. Este es el bizcocho tan clásico, frágil,
gustoso y sutil como nunca que acompaña al cotidiano café con leche, a los
postres cremosos, a los tradicionales chocolates, tan nuestro como el sabroso
bizcocho que, según Quevedo, tomaban ya en el seiscientos las monjas en sus
locutorios.
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